“Hoy celebramos a Santiago el mayor, apóstol, hijo de Zebedeo. Junto con Pedro y Juan pertenecía al grupo de discípulos más íntimos de Jesús, testigo privilegiado de la vida pública del Señor. De hecho, estuvo en la transfiguración y en la oración de Getsemaní. Fue decapitado por Herodes Antipas, siendo el primer apóstol que compartió la pasión de Jesús” (V. M. Fernández, El Evangelio de cada día, Santoral, Ed. San Pablo).
LECTURA
Lectura de la Segunda Carta del Apóstol San Pablo a los Cristianos de Corinto. 2Cor 4, 7-15
Hermanos: Llevamos un tesoro en recipientes de barro, para que se vea bien que este poder extraordinario no procede de nosotros, sino de Dios. Estamos atribulados por todas partes, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no aniquilados. Siempre y a todas partes, llevamos en nuestro cuerpo los sufrimientos de la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Y así, aunque vivimos, estamos siempre enfrentando a la muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De esa manera, la muerte hace su obra en nosotros, y en ustedes la vida. Pero, teniendo ese mismo espíritu de fe, del que dice la Escritura: “Creí y por eso hablé”, también nosotros creemos, y por lo tanto, hablamos. Y nosotros sabemos que aquel que resucitó al Señor Jesús nos resucitará con él y nos reunirá a su lado junto con ustedes. Todo esto es por ustedes: para que al abundar la gracia, abunde también el número de los que participan en la acción de gracias para gloria de Dios.
Palabra de Dios.
Comentario
El Apóstol usa la imagen de la vasija de barro: un cacharro sin ningún lujo ni brillo, pero que adentro puede llevar algo muy valioso. Así es el mensaje del evangelio: aunque quienes lo transmitimos no tengamos ningún brillo extraordinario, transmitimos la Buena Noticia que lleva salvación y vida nueva.
SALMO Sal 125, 1-6
R. Los que siembran entre lágrimas cosecharán entre canciones.
Cuando el
Señor cambió la suerte
de Sión, nos parecía que
soñábamos:
nuestra boca se llenó de
risas, y nuestros labios,
de canciones.
R.
Hasta los mismos paganos decían: “¡El Señor hizo por ellos grandes cosas!”. ¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros y estamos rebosantes de alegría! R.
¡Cambia, Señor, nuestra
suerte como los
torrentes del Négueb!
Los que siembran entre
lágrimas cosecharán
entre canciones.
R.
El sembrador va llorando
cuando esparce la
semilla,
pero vuelve cantando
cuando trae las gavillas.
R.
EVANGELIO
Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Mateo. Mt 20, 20-28
La madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró ante él para pedirle algo. “¿Qué quieres?”, le preguntó Jesús. Ella le dijo: “Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda”. “No saben lo que piden”, respondió Jesús. “¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?”. “Podemos”, le respondieron. “Está bien”, les dijo Jesús, “ustedes beberán mi cáliz. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes se los ha destinado mi Padre”. Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: “Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud”.
Palabra del Señor.
Comentario
Jesús quiere un nuevo modo de relación entre las personas. Y eso debe comenzar en la comunidad propia. Los apóstoles, los dirigentes y todos los que tienen algún cargo en la comunidad cristiana, deben estar dispuestos a ponerse al servicio de los demás. Así la Iglesia podrá dar testimonio ante el mundo de cómo quiere Dios que sea su Reino.