Misioneros de los Santos Apóstoles
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BIOGRAFÍA  DE SAN MATÍAS APÓSTOL

14 DE MAYO

Síntesis Biográfica:

Etimología: del latín, apostolus; griego, apostolos, uno que es enviado. 

Apóstol: Un mensajero autorizado para representar a quien lo envía. 

Según su uso mas amplio en el Nuevo Testamento, se refiere a los seguidores de Jesucristo que comunican su Evangelio.  En el sentido mas preciso, se refiere a la comunidad de los 12 que El escogió como discípulos íntimos durante su vida pública.  Estos son llamados discípulos hasta la Ascensión, y después se les llama siempre Apóstoles. 

Los Apóstoles fueron ordenados por Jesús en la Ultima Cena como sacerdotes y recibieron de El la comisión de predicar el Evangelio en todo el mundo (Mateo 28, 19-20). Todos lo abandonaron ese mismo día, cuando unos de entre ellos, Judas, lo traicionó.  Mas tarde fueron testigos de la Resurrección de Jesús y en Pentecostés recibieron poder para entender y actuar según el Evangelio. Judas fue remplazado por Matías como Apóstol.

Los Apóstoles son los primeros pastores de la Iglesia, bajo Pedro, el jefe de los Apóstoles. Ellos a su vez eligieron a otros pastores, dando así comienzo la sucesión apostólica que es uno de los signos de la verdadera Iglesia.


Biográfica:

Después de la Santísima Virgen, los Ángeles, San José y San Juan Bautista, son los Apóstoles los bienaventurados a quienes más honra la Iglesia. Al Colegio apostólico fue incorporado Matías para ocupar el lugar que había dejado vacío el pérfido Judas. Figura interesantísima entre los primeros propagadores de la doctrina de Cristo. - Fiesta: 24 de febrero.

Así como el brillo y la hermosura de un objeto resaltan más si lo ponemos en contraste con otro objeto oscuro y feo, de la misma manera podemos hacer el elogio mejor de San Matías poniendo sus virtudes y sus méritos en contraposición a la malicia de Judas, su renegado antecesor en el apostolado.

Judas abandonó la escuela del divino Maestro y lo vendió con la más negra hipocresía. San Matías entró en la gloriosa escuela de Jesucristo con gran humildad y entusiasmo, padeciendo en defensa de Él mil oprobios y tormentos hasta derramar la sangre y sacrificar la vida. El nuevo discípulo aceptó con reverencia las gracias celestiales y se hizo digno de ellas por su lealtad y fervorosa correspondencia. Matías llenó el puesto abandonado por Judas. Matías recibió los favores que Judas había profanado, Matías murió por Jesucristo, a quien Judas había traicionado.

Después de la apostasía de Judas, el Colegio apostólico quedaba incompleto. Según las disposiciones del divino Salvador, era preciso restablecer el número de doce y, por lo tanto, que otro apóstol entrase a sustituir al renegado. Por eso, después que Jesucristo subió a los Cielos, San Pedro, que era el príncipe de los Apóstoles y cabeza visible de toda la naciente Iglesia, teniendo reunidos en el Cenáculo a unos ciento veinte discípulos y seguidores del dulcísimo Maestro, les manifestó el pensamiento que tenía de elegir de entre todos los que hubiesen estado con el Salvador aquel que había de ser el sucesor de Judas, proponiéndoles, además, dos candidatos, ambos de excelentes dotes: José, llamado Barsabas y por sobrenombre el Justo, y Matías. Ante el prestigio de los dos, para librarse de perplejidad, sin perjuicio del más digno, se pusieron en oración y, levantando las manos y el corazón al Cielo, suplicaron a Dios bondadoso y le dijeron: "¡Oh, Señor!, Tú que ves los corazones de todos, muéstranos a cuál de estos dos has destinado a ocupar el puesto de este ministerio y apostolado, del cual cayó Judas por su prevaricación". Inmediatamente se decidió que la elección se sortease. Y escritos los nombres de Matías y de José en pequeñas cédulas, la suerte le tocó a Matías, quien, desde entonces, fue contado entre los Apóstoles.

Así, pues, no fue ensalzado San Matías por influencia ni consideraciones humanas, sino por expresa y clara voluntad de Dios. El Señor quiso manifestar que aquel hombre era digno, por sus cualidades y virtudes, de ser elevado a una de las alturas más eminentes de su Iglesia. Ciertamente. Matías tenía disposiciones excepcionales, dotes brillantísimos de virtud y de sabiduría, que habían de resplandecer mucho en el ejercicio de su apostólico ministerio. Era doctísimo en la Sagrada Escritura, de palabra fácil y elocuente, prudente y maduro en sus consejos, ingenioso y lleno de talento para resolver las más arduas cuestiones y para sostener las más complicadas controversias con los judíos y con los gentiles. Y en cuanto a la santidad de vida, era purísimo de corazón y rectísimo en la intención, modelo de todas las virtudes cristianas. Se distinguía especialmente por su amor a la pobreza evangélica, por su austeridad y espíritu de mortificación y por su generosa caridad, de tal manera que bien podemos decir que era una imagen del todo opuesta a la de Judas, tan avaro y envidioso, tan carcomido de vicios y de innobles pasiones.

En la distribución de los países que hicieron los Apóstoles para emprender la predicación, le tocó a San Matías la Etiopia y la Judea. Es verdad que todos los Apóstoles predicaron algún tiempo en la Judea hasta que se fueron dispersando por doquier, en todo el mundo; pero San Matías permaneció allí como en su campo de batalla, evangelizando aquella gente tan aferrada a sus prejuicios y a las antiguas tradiciones. Por esto fue perseguido repetidas veces por algunos hebreos influyentes y maliciosos, que habrían querido exterminar de un golpe la semilla de la Iglesia nueva. Pero el Apóstol defendió con tanto brío la doctrina de la Cruz y la predicó con tanta constancia y continuado sacrificio, que consiguió la conversión de una gran parte de aquel pueblo.

Si grandes fueron las tareas apostólicas de San Matías, y sus trabajos sin tregua, y su celo y fervor ardorosamente intrépidos, no fueron menos generosos sus anhelos de morir por Jesucristo. Toda su vida había suspirado por el martirio.

A pesar de haber llenado toda la Judea con sus prodigios y favores, devolviendo la salud a innumerables enfermos, la vista a muchos ciegos, el movimiento a muchos tullidos, el consuelo a los afligidos y la vida a algunos muertos, se levantó un gran tumulto contra el Apóstol. Los príncipes de los fariseos conspiraron contra él, como algún día habían conspirado contra el mismo Jesucristo; los malvados lobos rodearon al cordero inocente, mancharon su honra atribuyéndole falsos crímenes, y levantaron el grito declarándolo reo de muerte. Sin pruebas de ninguna clase, el sumo pontífice de los judíos, como en otro tiempo Caifás, pronunció la criminal sentencia: Matías tenía que ser apedreado como perturbador, y después decapitado ignominiosamente. Así se ejecutó. Y mientras la cabeza del heroico discípulo de Cristo caía al golpe de la segur, su alma nobilísima volaba al cielo para recibir allí la corona imperecedera.

 

  Esta Web fue actualizada el terça-feira 21 de julho de 2015

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